Me leyó como a un código de barras. Me entendió, me tradujo. Transformó mi vida blanca y negra en algo vivo y con sentido. Me descifró, y más. Me estudió como nadie desde el cálido láser de sus ojos y me desencriptó extraordinariamente con los algoritmos de su corazón.

Porque yo, antes de ella, sólo rayas blancas y negras.