Aquí vamos con otra entrada sobre regalos personalizados (y ya van cuatro), otro asalto al ideal de que importa más lo que eres y lo que haces que lo que tienes. O, en una versión más práctica: cómo currarte un regalo bonito o decir lo que sientes sin palabras y sin gastarse un pastizal, que ya sabemos que los escritores…
La celebración del cumple de mi pareja comenzó conmigo llevándole el desayuno a la cama: papilla de bebé. Tras su cara de «dios mío, con quién estoy viviendo yo«, le hago entrega de un sobre fechado un año después de su nacimiento con una notita que viene a decir que no solo quería celebrar su 32ª cumpleaños, sino todos los que no pude celebrar con ella porque no la conocía aún. En ese instante celebrábamos su primer cumpleaños, simbolizado por la papilla porque imagino que en un primer cumpleaños solo se puede hacer eso o chupar teta (y eso último prefería guardarlo para unos años más adelante).
Salimos a pasear y su 2º cumpleaños se celebró en un parque (con sobre y tarjeta incluido con frase romántica, algo que se repetiría cada año que se avanzaba), y el 3º haciendo castillos de arena en la playa (aquí es donde podéis meter alguna frase tipo es que a este castillo le faltaba la princesa que eres tú). El 4º cumpleaños se celebró tomando algo que le gusta mucho a los niños (helado) y el 5º con barra libre de chuches. Es conveniente intentar que todo sea inesperado y sacar el sobre en el momento adecuado.
Así sucedieron los distintos años dentro del mismo día, pasando por la niñez y la adolescencia, recreando los tiempos del primer beso, los paseos adolescentes, el baile de fin de curso… tomando sentido una romántica idea, curiosa, y divertida, al revivir una vida creciendo de forma acelerada.
Y llega así el momento de la conclusión, el de darle sentido a todo este crucigrama de edades y actividades. ¿Por qué hemos hecho todo esto? Por una sencilla razón. Cuando queremos a alguien siempre decimos que queremos que sea para toda la vida. Se trata de una afirmación incorrecta, ya que nada puede ser para toda la vida si hay parte de ella que no se ha vivido. Es decir, lo correcto sería decir «quiero que lo nuestro sea para toda la vida desde el momento en que te conocí o para toda la vida a partir de este momento«. O algo así. Revivir a modo de juego los años que no has podido vivir con esa persona hace que, ahora sí y con sentido, se pueda decir, a secas y sin incoherencia, que la relación puede ser para toda la vida.
Ahí lo dejo.
Un saludo y, ¡hasta otra!