akasver

Entramos oficialmente en verano y el mundo vuelve a dividirse entre los que aman y los que odian la playa. Yo, personalmente, me encuentro entre estos últimos. Puede que sea por el blanco nuclear de mi piel, o puede que sea por eso de que tendemos a valorar menos lo que tenemos al lado. Y vosotros, ¿de qué bando sois?

Pero como este es un blog de literatura, quiero hablar de cómo, una vez más, los libros modifican mi vida mejorándola. Soy incapaz de estar más de diez minutos en una playa. En el agua, aún paso. Pero fuera de ella, no me entusiasma sentirme como una barbacoa recibiendo rayos solares en uno de los llamados (incomprensiblemente) mejores placeres del mundo.

Eso sí, la cosa cambia si tengo un libro en mis manos. Lo confieso: me entusiasma ver a las personas llevándose su libro a la playa y disfrutando de él sobre la arena. Me pone más que ver esos bikinis que os convierten en ángeles terrenales (bueno, cuando prescindís de la parte superior de ellos igual ya está la cosa ahí ahí…). Bromas aparte, lo que vengo a decir es que cuando leo (o en su caso escribo), soy capaz de retenerme a mí mismo en un lugar que no me atrae para nada. De esa manera sí puedo estar horas en la playa.

Así que, de nuevo, un libro cambiando la realidad que nos rodea. Como siempre.
Nada más que decir, que últimamente me he estado extendiendo en las entradas.
¡Que tengáis un veraniego día!