akaspas

Subamos un poco la temperatura del blog, como si no hiciera ya suficiente calor con un verano que lo está dando todo desde el principio.

Comparto un pequeño fragmento y os pongo en situación. Éldervil es un joven miembro de una banda en la que Yamma, la más sensata del grupo, hace de madre de todos poniendo una nota de cordura al equipo.
El pobre de Éldervil sufre un trauma infantil que vuelve cada noche en forma de pesadillas y que no le deja dormir hasta que Yamma, en modo fraternal (¿o algo más?) le relaja con sus artes amatorias. Así han encontrado el equilibrio y así vence Éldervil su locura nocturna, pues hasta el momento aún no ha encontrado otro modo de conseguirlo. Aquí os dejo este trocito, ¡espero que os guste!

«Éldervil se revolvía en su cama. Como cada noche. Yamma había esperado que eso ocurriera, pues no había noche en la que el chico pudiera descansar impertérrito. Las pesadillas de su pasado le atormentaban.

Yamma siseó al lado del catre de Éldervil, de rodillas en el suelo. El chico se despertó e instintivamente se movió hacia una esquina de la cama, apoyando su espalda en la pared, con las piernas flexionadas y los brazos sobre sus rodillas. Como un niño asustado queriendo evitar lo inevitable. La joven puso una mano en el colchón de paja cubierto por una tela de lino. Luego la otra. Subió una rodilla y después la segunda. Comenzó a caminar a gatas hacia él que, sabedor de lo que iba a ocurrir negaba con la cabeza. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Yamma puso un dedo en los labios de Éldervil para pedirle que no hablara.

—Te voy a calmar esos nervios —dijo la muchacha acercándose a él y contoneándose, haciendo bailar su fino traje de seda.

—No hace falta —se apresuró a contestar Éldervil, aunque contra su voluntad sabía que sí era necesario.

La pelirroja movió ligeramente los tirantes del vestido blanco y este se separó de su cuerpo mostrando su desnudez. El suave roce de la magnífica tela al caer estimuló unos pezones que se mostraban orgullosos en dos pechos picudos no excesivamente grandes.

—He dicho que no hace falta —repitió Éldervil mientras se retraía a sí mismo.

Eso no evitó que la joven se aproximara sensualmente. La mujer puso las palmas de sus manos en las rodillas del chico y presionó hacia los lados para abrir sus piernas. Agarró el calzón y tiró de él con una fuerza imposible de intuir en sus delgados brazos, desnudando a Éldervil y dejando a la vista su miembro viril que comenzaba a erectarse de manera involuntaria. La chica acercó su rostro y lo introdujo en su boca, haciéndole sentir una placentera humedad. El miembro creció en tamaño, lo que hizo sonreír de manera pícara a la joven. Apenas hubo empezado el baile con la lengua, el chico sintió un cosquilleo en la entrepierna que no pudo controlar, derramándose en la cavidad bucal de la mujer.

La pelirroja se retiró de la cama y utilizó el suave vestido de seda para limpiar los restos de Éldervil de sus labios.

 —Seguro que ahora estás más relajado —dijo ella con una amplia sonrisa—. Prueba a dormir un poco.

Éldervil agachó la cabeza, avergonzado en todos los sentidos. Paradójicamente, no había disfrutado de aquella situación. Era una necesidad. Yamma lo sabía y cuando la apetencia le ardía por dentro lo aprovechaba en su beneficio, mientras que cuando no tenía el ánimo predispuesto igualmente mediaba porque si no sabía que él sería incapaz de alcanzar el sueño. Éldervil se tumbó en el catre, tumbado de lado y mirando a la oscura pared de piedra. Se durmió preguntándose qué buscaba la chica en aquel momento, lamentándose de no haber podido serle útil si se trataba del primero de los dos casos».