Literalmente, el valor de los libros está por los suelos. Rozan el cero absoluto y no es broma: hay incluso que promocionar los días de descargas gratuitas para que nuestros libros se difundan y conseguir una pequeña visibilidad que nos permita luego vender nuestro libro al, oh, magnánimo precio de 0,99 euros si quieres ser competitivo. El siguiente paso será pagar para ser leído.
Ojo, que no es una queja. A mí no es que me afecte en gran medida. Yo seguiré escribiendo igual, sencillamente porque la única ley que me rige en este mundo es la de mi ilusión. Es más, si consigue ahuyentar a los que exclusivamente buscan un fin económico en esto de juntar letras, menos oportunistas a mi alrededor.
Pero sirva este panorama como una triste apreciación de cómo funciona el mundo. Antes se vendía, y las pocas editoriales que había sacaban su tajada. Pero llegó la autoedición y los libros digitales, que permitió incorporarse al mercado a todo el que quisiera y el pastel se repartió en porciones tan minúsculas que nadie gana para vivir de ello.
Porque así es como funciona la economía mundial. A las grandes empresas no les interesa que florezcan negocios similares a su alrededor. De ahí que sea tan difícil abrir un negocio y que las condiciones de los autónomos sean tan abusivas, para que no crezcas y te lleves una porción lo suficientemente significativa del pastel económico. Y los gobiernos, que lo saben, apoyan a la gran empresa para mantener el equilibrio (o mejor dicho, desequilibrio). No les interesa tu libertad y tus oportunidades, porque arruinaría a todos. Aunque en cada candidatura te prometerán que lucharán por ella y por la igualdad.
Pero no nos desviemos. Nadie ha evitado que eso ocurra en el sector literario (salvo los gigantes de la promoción que tienen la oportunidad de colgar su best seller en la sección de novedades para vendértelo a 18€). El comercio de los libros en general ha hecho crac y la mayoría de ellos tienen que ofrecerse al irrisorio precio de 0,99 € en Amazon para obtener alguna venta. Es el precio de la igualdad, que en absoluto criticaré porque yo me sirvo de ella. Simplemente, es lo que hay.
Repito: no es una queja. De hecho, la intención de esta entrada no es lloriquear y pedir que todos nos alcemos en furia solicitando el respeto que merecemos como autores, que obliguemos a todos a saber las horas de esfuerzo que dedicamos para sacar a la luz nuestras obras. Todo lo contrario. Lo que pretendo transmitir es que esto es así, y hay que aceptarlo para empezar a actuar en consecuencia. Antes publicar era un éxito, pero ahora sacar un libro al mercado no tiene valor alguno. ¿Qué puedes hacer como autor?
Precisamente eso: darle valor a tu libro. Lo tiene, y lo sabes. El simple hecho de ser algo creado por ti ya lo diferencia de los demás, ahora solo tienes que tratar de mostrar por qué es tan único. Por ejemplo: un punto clave para mí fue cambiar la forma de vender El sanador del tiempo. Antes lo vendía diciendo que es una novela que mezcla ciencia ficción e historia basada en curar enfermedades mediante viajes en el tiempo. Ahora ya no hablo de lo que va, por muy interesante (o no) que pueda ser el tema. Ahora digo que es una novela que mezcla ciencia ficción e historia y que es muy ligera, no hay ninguna novela similar que cuente la historia de forma tan amena, de hecho le acaba gustando hasta a gente que no está acostumbrada a leer. Por un euro que vale, seguro que te merece la pena. No es mentira. No encontrarás una novela de género histórico que sea tan rápida en su narración (para bien o para mal). Es su signo distintivo. En sus 300 páginas, atraviesas la historia más significativa del Antiguo Egipto, Grecia y Mesopotamia. Todo eso con una trama intermedia de intereses que va enlazando los episodios históricos.
En fin, que hoy en día está muy jodido eso de ser escritor. Pero he aprendido que quejarse y lamentarse, como en todos los aspectos de esta vida, no sirve de mucho. Mejor asumirlo y utilizar todo nuestro talento para revertir la situación. Ánimo. Nadie dijo que los sueños fueran fáciles. Las dificultades solo son la forma que tiene el mundo de preguntarnos cuánto queremos lo que deseamos, que diría Risto.
¡Nada más por hoy!
Nos vemos las instacaras en @icaro_jon.