
Dice mi padre que el segundo siempre es el primero de los tontos. Me encanta el automovilismo, pero sobre todo las reflexiones personales que hay tras él. Para la de hoy, tenemos como protagonista a Thierry Neuville, piloto belga de Hyundai en el WRC que ha tenido la suerte (o desgracia) de ser subcampeón hasta cinco veces, al que la victoria parece escapársele una y otra vez de entre los dedos. Y llegados a este punto, ¿cómo se debe sentir alguien en su situación?
Neuville fue subcampeón en 2013. Hasta ahí bien, porque era su mejor resultado. Pero después, entre 2016 y 2019 acumuló cuatro subcampeonatos más. En 2020 fue tercero, pero ese no lo contamos ya que… fue un año raro. Y corto. Su objetivo, desde 2014, no deja de ser conseguir un campeonato que siempre se le escapa. Así que, ¿en qué momento una segunda posición pasa de ser un éxito a una frustración?

¿Qué debe de estar pasando por su cabeza? ¿Cómo se motiva alguien y evita caer en la desesperación cuando un año tras otro se queda a las puertas de su ansiado objetivo? ¿Cómo evita alguien caer en las arenas movedizas del estancamiento?
Bien, todo y que soy más de Toyota, voy a romper una lanza a favor de Thierry y pienso que lo único que puede sentir es orgullo. Y así lo espero. ¡Qué mala es la mente humana que siempre aspirando a más nos hace ver negativo aquello que es exitoso! Y así nos va por la vida: siempre queremos tener más de lo que poseemos y eso hace que no apreciemos lo tanto de lo que disponemos.
Un subcampeonato de un Campeonato del Mundo de Rally es una barbaridad. Y cinco subcampeonatos, cinco barbaridades. Eso está al alcance de muy pocos. Thierry es una bestia al volante. Y sin embargo, si Neuville no consigue el título antes de retirarse, será recordado como un eterno segundón que no llegó a ser campeón. ¿De dónde nos viene esa mentalidad de que no ganar es fracasar incluso habiendo alcanzado un enorme resultado? Pues de nuestros padres. De creernos eso de que el segundo es solo el primero del resto.
Ya está bien, y ahora no hablo solo de automovilismo. Hay que elogiar todos los logros. Todos. Los mejores y los que les siguen. Porque no hacerlo solo lleva a dos resultados, y ambos malos: a la frustración continua o a no atrevernos a hacer algo por miedo a no conseguir el éxito supremo, lo que nos aleja de otros éxitos secundarios que siempre están a nuestro alcance.
No hay segundones en el mundo, sino gente incapaz de entender el éxito en su justa medida y como algo propio y personal. Ya me gustaría a mí ser el segundo mejor en mi disciplina, como Neuville. Y a ti en la tuya. Así que, mucha suerte en todo aquello que os propongáis, y a por ello sin temor a no conseguir el éxito esperado.
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